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The Spy of the Heart

The Spy of the Heart

The story of one American's exploration of Islamic spirituality from within the turmoil of Afghanistan.

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45 color photographs, several sketches, and 3 maps.

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La nación llamada hoy Afganistán fue fundada en el 1747 por Ahmad Shah Durrani, un jefe tribal pashtun del sur del país, cerca de Kandahar. Afganistán tiene aproximadamente el tamaño de Francia o es un poco más pequeña que Texas. Las crónicas de los historiadores, desde Herodoto en adelante, señalan que esta tierra montañosa estuvo frecuentemente afectada por la guerra y los conflictos. Durante muchos siglos los grupos tribales indígenas han competido por el territorio y los recursos naturales. Alejandro el Magno, Gengis Khan, el Imperio Británico, la Unión Soviética, y en la actualidad los Estados Unidos, todos han buscado someter al pueblo afgano.

La población afgana de veinticinco millones está compuesta por los siguientes grupos étnicos: Pashtunes (38 %), Tajiks (27%), Hazaras (12%), Uzbecos (10%), Turcomanos (5 %), Aimaq (4%), Baluchis, nómades árabes y otros (4%). La lengua franca de Afganistán es el Dari, una antigua variedad del idioma persa. El pashtun, un lenguaje más difícil, se habla con varios niveles de fluidez por aproximadamente la mitad de la población. Otros lenguajes incluyen el uzbeco, el turcomano y el baluchi.

Setenta y cinco por ciento de los afganos son musulmanes sunitas, y el resto son chiítas (alrededor del 20%) e ismaelíes (5%). Los pashtunes son el grupo más grande y quienes mejor representan la quintaesencia de la etnicidad “afgana”. El propio término “afgano” se usa frecuentemente en los pueblos que son minoría tribal para identificar a alguien de etnia y lenguaje pashtun. El territorio pashtun fue arbitrariamente dividido por la línea Durand en el siglo diecinueve. La invención británica de la actual frontera afgana trajo como consecuencia un siglo de tensiones étnicas que produjeron fricciones a lo largo de la misma.

Hay una larga historia de alianzas intertribales oportunistas, que ocasionalmente unificaron a los afganos frente a una gran amenaza externa, tal como la invasión soviética de 1979. Con la salida de las fuerzas de la URSS en 1989, la competencia tribal retornó con una polarización entre la mayoritaria y dominante etnia pashtun (apoyada militarmente por Pakistán) y las cambiantes alianzas entre los grupos tribales minoritarios.

A efectos de comprender mejor el impacto de la influencia étnica y sectaria en la vida de los afganos, imagine que sucedería si cada vez que entra en contacto con un extraño o con un conocido, ve a esa persona a través de filtros superpuestos sobre su individualidad. Cualquiera de esos filtros puede alterar su sentido de respeto o desdén por la persona que tiene enfrente, algunas veces con consecuencias mortales. El primer filtro sería la pantalla que muestra los antecedentes étnicos de la persona. ¿Es él o ella uno de los nuestros? El segundo sería el filtro sectario ¿Es esa persona un buen musulmán? La respuesta dependería si usted fuese sunita, chiíta o ismaelí. En la actualidad usted también querría conocer las afiliaciones de la persona a cualquiera de las existentes sectas de carácter fanático e híbrido: sunitas/whahabis, sunitas/maududi, pro–Talibán, etc. Lo siguiente sería el linaje y la genealogía. Usted pensaría: “En relación con mi familia, ¿está esta persona en un nivel más alto o más bajo en la jerarquía social? Lo trataré de acuerdo a eso”. Más adelante se preguntaría: “¿A quien conoce y con quien está asociado?” Por su propia seguridad, usted haría de inmediato todas estas cuestiones y lo haría automáticamente, como un hábito.

En mi experiencia el componente étnico, algo difícil de definir, pero que a menudo constituye una inflexible amalgama de identidad tribal, lingüística y sectaria, es lo que mayormente y en última instancia determina como se tratan los afganos unos a otros. La etnicidad es lo que explica por qué, dentro del paisaje increíblemente complejo de alianzas y fricciones, las tribus de la minoría no pashtun habían forjado una alianza con él líder tajik, Ahmad Shah Massoud, posteriormente asesinado. Él era el único líder no pashtún capaz de contener al movimiento mayoritariamente pashtún llamado Talibán que amenazaba con tomar el control de todo Afganistán. Los talibanes tuvieron éxito en arrancar Kabul de las fuerzas de Massoud en 1996 con la ayuda del dinero, las armas y el poder militar pakistaní. Durante el período previo al 11 de septiembre, las minorías étnicas de Afganistán cayeron una a una ante las fuerzas de los Talibán, quienes expandieron su control sobre la mayor parte del país (con la continua ayuda de oficiales militares paquistaníes y tropas operando dentro de Afganistán).

Cuando, en el 2002, los Estados Unidos atacaron a los Taliban y Al Qaeda con la ayuda de las fuerzas de la Alianza del Norte, las tribus del norte afgano de variados grupos étnicos se unieron a los Estados Unidos, por que querían liberarse de la opresión de los Talibán y vengar la muerte de Massoud. Ellas vieron la oportunidad de derrotar a lo que indudablemente era el más extraño y represivo régimen en la historia moderna.

Cuando llegaron al poder, los Talibanes fueron bienvenidos inicialmente por la mayoría de los afganos quienes anhelaban ley y orden. Pero este apoyo se evaporó cuando los Talibán comenzaron una amplia campaña de encarcelamientos, asesinatos y abusos hacia el pueblo afgano (un ejemplo fue el genocidio de los Hazaras que fuera documentado). Más adelante conmocionaron al mundo entero por volar las valiosas estatuas de Buda en Bamian, en el centro de Afganistán, uno de los más preciados tesoros culturales de la humanidad. Promovieron leyes de carácter extravagante contra muchas de las actividades tradicionales de los afganos, tales como el escuchar música, volar cometas, y mantener pájaros cantores enjaulados. Pero fue el tratamiento represivo y cruel de los Talibán hacia las mujeres –hoy bien conocido- lo que el mundo sintió como un ultraje.

La alianza que ayudó, en el 2002, a los Estados Unidos en el ataque a los Talibán, luchó por la libertad, la venganza, y el dinero. Cada actor quería una porción de poder en el futuro Afganistán. Era un nuevo día para los diversos miembros de la Alianza del Norte; ellos lucharon al unísono contra los Talibán, como nunca lo habían hecho antes. Los Estados Unidos reivindicaron su victoria en cuestión de semanas. Aún así cualquiera que esté familiarizado con la realidad y la topografía política conoce que sin la ayuda de la Alianza del Norte, Estados Unidos ciertamente se habrían empantanado en una prolongada lucha contra los Talibán y Al Qaeda. Cinco años después del 11 de septiembre, los Talibán ahora ocultos y aún amenaza a Afganistán y a la región, y es probable que los Estados Unidos y sus aliados necesiten emplear los siguientes veinte años o más defendiendo al gobierno inexperto que ellos ayudaron a instalar.

El futuro de Afganistán está plagado de dificultades. La mayoría no educada de su pueblo está habituada y profundamente marcada por veinticinco años de lucha violenta. Ideologías intolerantes aún florecen en gran parte del país. Como consecuencia de la invasión estadounidense, Afganistán se ha convertido en el narco-estado más productivo del mundo. Esta abasteciendo a Occidente con el más grande aprovisionamiento de heroína hasta ahora visto en el mundo. Debemos preguntarnos ciertas cuestiones: ¿Estamos ayudando a dar a luz a otro desastre? ¿Podemos encontrar una vía política, en lugar de una militar, para salir de este embrollo?

Aunque intento reflejar en estas páginas algunos de los problemas que han contribuido a la problemática relación entre el mundo islámico y occidente, estas memorias son principalmente una crónica de mi exploración en la espiritualidad islámica. Particularmente quise compartir mis experiencias en la vía Sufi, el corazón místico del Islam, cuya histórica tolerancia y complejidad teológica ofrece una esperanza para desarmar los extremismos religiosos y militantes hoy enraizados en el mundo islámico.

En medio del caótico despliegue de la guerra afgana y sus luchas sectarias fui atraído al corazón del Islam, al que finalmente me convertí. Después de décadas de estudiar la cultura y espiritualidad afgana, sentí que era tiempo de compartir lo que había aprendido de mi compañía con varios maestros del Islam y de la vía Sufi.

Aunque me arriesgo a ser mal interpretado, he elegido escribir abierta y honestamente acerca de mi experiencia en la práctica de la espiritualidad islámica, algo que puede ser no familiar para la mayoría. Mi objetivo es que el lector obtenga cierta comprensión respecto a lo que la espiritualidad islámica realmente es. Ofrezco esta crónica de mis viajes y experiencias con la esperanza de responder a numerosas preguntas acerca de la fe y cultura islámica.

No obstante mis muchos viajes por distintos países alrededor del mundo, nunca sentí tal impacto y desafío como cuando estuve viajando en Afganistán durante los ´80; y jamás he encontrado gente más valiente, hospitalaria e ingeniosa que los afganos.

En cierto modo mi historia es compleja; está llena de nombres exóticos de personas y lugares que sin dudas parecerán extraños a algunos lectores y quizás difíciles de recordar a medida que la historia se va desplegando. Al final de este libro incluyo un glosario de nombres y lugares, fácilmente accesible para aquellos que se pierdan en el desarrollo de la trama.

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